Güisqui
no gustó, ¿gustará pirsin?
Los extranjerismos enriquecen el léxico
español aunque amenazan la coherencia de la ortografía - La RAE trata de
adaptarlos, pero el uso manda
Usted elige: Un friki con pirsin dentro de un yacusi escucha yas y bebe
güisqui. O bien: Un freaky dentro de un jacuzzi escucha jazz y bebewhisky. La nueva Ortografía de la Real Academia Española ofrece la primera fórmula para adaptar a la escritura española toda una
colección de términos de importación. Pero la RAE propone y los hablantes
disponen. El uso es el que libera a las palabras de la cursiva y las integra en
el caudal léxico de una lengua sin pedirles el pasaporte. "El tiempo es
maestro", decía en el siglo XV el primer gramático castellano, Antonio de
Nebrija.
¿Qué tienen en común palabras tan castizas como jamón, charlar, aceite,
bloque o, sin ir más lejos, español? Que todas son de origen extranjero. De
hecho, los primeros en usar la palabra español, tomada del provenzal, fueron
los inmigrantes francos que vivían en Aragón y Castilla a finales del siglo
XII. El término había nacido un siglo antes para designar a los hispano godos
que habían cruzado los Pirineos buscando refugio tras la invasión árabe.
Durante un tiempo llegó incluso a rivalizar con la forma españón, un gentilicio en la estela de bretón y gascón. Jamón,
por su parte, desbancó a la primitiva forma castellana pernil -que subsiste en
catalán-, porque los hablantes prefirieron para la pierna de cerdo la derivación
del jambe francés (jambon), que la más remota de perna latina.
La base del español procede
mayoritariamente del latín, introducido en la península Ibérica a finales del
siglo III a. C., durante la romanización. Si a la aportación latina se le suman
algunas palabras de origen prerromano -que estaban aquí- y otras de origen
germánico -que llegaron con los godos-, ya tenemos el llamado léxico
patrimonial, es decir, el que nació con la lengua. Mejor dicho, con el que la
lengua nació.
Si a eso se le añade el llamado léxico adquirido, fruto de las aportaciones
de otros idiomas, se completa la fotografía del vocabulario español. El
diccionario de la RAE contiene 88.000 palabras. Según los filólogos, el léxico
total de una lengua se calcula añadiendo un 30% al recogido en los
diccionarios. Con todo, el hecho de que una palabra salga del DRAE no supone su
desaparición total. Así, el Diccionario histórico, en proceso de
elaboración, cuenta con unas 150.000 entradas.
Cada época tiene sus extranjerismos. El Renacimiento fue el tiempo de los
italianismos, la Ilustración fue el de los galicismos y la actualidad es, sin
duda, el de los anglicismos. Sus entradas en nuestro vocabulario no se llevaron
a cabo sin traumas. Es ya un clásico de la tensión lingüística la crítica de
escritores del siglo XVIII, como Iriarte y Cadalso, a la llegada desde Francia
de vocablos como detalle, favorito, interesante o intriga. ¿Cuántos hablantes
reconocerían hoy su procedencia?
Salvador Gutiérrez Ordóñez, ponente de la nueva Ortografía, elaborada por la asociación que reúne a la RAE y a
las 22 academias de América y Filipinas, resume el camino que lleva a un
extranjerismo de la calle al diccionario: "La norma es que si se puede
adaptar sin modificación alguna se integre directamente si tiene uso. Si su
incorporación necesita un cambio, lo habitual es que pase al diccionario cuando
haya una adaptación o bien a la pronunciación o bien a la ortografía
españolas". A la pronunciación se adaptó bafle. A la ortografía, béisbol.
Con todo, la palabra clave es uso, la prueba de fuego de cualquier término
sea cual sea su origen. "La Academia tiene unas normas generales para el
léxico", explica José Manuel Blecua, que el pasado 16 de diciembre relevó
a Víctor García de la Concha en la dirección de la RAE. "Se examina una
época -los 10 últimos años- con documentación tomada de varias fuentes y, a ser
posible, de diferentes países de habla hispana. También se tiene en cuenta el
registro en que se usa: que se utilice en la lengua culta, que tenga presencia
en la prensa... Es muy interesante la información que dan los suplementos
dominicales de los periódicos. Reúnen la efervescencia de la lengua en toda su
variación". A esto hay que sumar los movimientos de ida y vuelta de la
propia RAE: "Se quitó la pe de psicología y luego nos dimos cuenta de que
en la escritura la pe seguía vivísima".
Todas las palabras tienen doble vida: una oral y otra escrita. Los
extranjerismos, durante mucho más tiempo. "Ese es el problema de los
préstamos en todas las lenguas, el problema de pirsin, por ejemplo", dice
Blecua. Dado que para la codificación interesa la vida escrita, las dudas están
servidas. A veces por el lado de la escritura, a veces por el de la oralidad.
En España se pronuncia fútbol y vídeo lo que en Latinoamérica es futbol y
video. "La variación es connatural con las lenguas", subraya el
director de la RAE. "A los hablantes les cuesta mucho entenderlo, pero es
así".
Más que cualquier otro código, el pilar de la unidad de la lengua es la
ortografía, que se sobrepone a la variedad léxica -pileta, piscina, alberca- y
a fenómenos fonéticos como el seseo -García Márquez y Juan Marsé escriben igual cien aunque cada uno lo pronuncie de forma diferente-. En
aras de esa unidad y consciente de que un sistema no puede mantenerse plagado
de excepciones, la Academia propone siempre que se respeten las normas de
adaptación de los extranjerismos aunque a veces lleve al límite el principio
básico de cualquier idioma: la comunicación. ¿Qué demonios es un disco de yas?
"Admitir jazz sin cursiva significa
que la jota tiene una nueva pronunciación", explica Salvador Gutiérrez
Ordóñez, que sostiene que la forma yas está documentada. No obstante, sin tono
apocalíptico, añade: "No digo que eso no ocurra. De hecho, vamos camino de
ello porque estamos rodeados del inglés, el italiano, el catalán, el vasco. Ahí
están palabras como jazz mismo, pero también
Giovanni, Joan y Jon. Es tal la avalancha que es muy posible que eso ocurra
aunque la RAE siga luchando por la adaptación".
Como recuerda él mismo, ese doble sonido ya se da con la w, que tiene una
pronunciación como be -wolframio, Wagner- y otra como u, sobre todo para las
palabras de origen inglés -de web a waterpolo pasando por sándwich, que, por
cierto, hasta 1927 no se impuso oficialmente al suculento emparedado. La última
fórmula, además, es una alternativa relativamente reciente a adaptaciones
exitosas como las que dieron lugar a váter y vagón.
La w fue, también, la protagonista de uno de los casos más extravagantes de
tensión entre norma y uso. La palabra whisky no entró en el
diccionario académico hasta 1984, aunque entonces, como hoy mismo, remitiera a
güisqui. Y todo a pesar de que en 1963 empezó a comercializarse en España el
popular DYC segoviano, que, bien es cierto, multiplicó su producción en los
años ochenta.
Whisky es un extranjerismo (tomado del inglés) procedente de otro (tomado
del gaélico uisce beatha, agua de vida) que se
resiste en las estanterías de los bares a los consejos de la Academia. Consejos
que, en el caso de güisqui, Gutiérrez Ordóñez considera fruto de un exceso de
celo porque "la w y la k pertenecen a nuestro alfabeto".
Efectivamente, la w fue la última letra en incorporarse al abecedario del
español. Lo hizo oficialmente en la Ortografía de 1969, aunque ya en la
Edad Media se empleaba para escribir nombres propios de origen germánico como
el del rey godo Wamba, también transcrito como Bamba.
De ahí que la recentísima edición de la Ortografía proponga la forma wiski.
"Hubiera sido lo más fácil desde el principio", afirma el ponente de
la obra. "Hay que optar por una escritura española que sea lo más cercana
a la palabra de origen. Si no, los hablantes no aceptan la adaptación".
¿Tiene wiski alguna posibilidad de asentarse? "No todo está perdido: en el
propio inglés se dice whisky y whiskey. Si no se populariza wiski, se seguirá escribiendo en cursiva".
Hay dos fenómenos que juegan en contra de la popularización de las
recomendaciones académicas, que, pendientes de la bendición por el uso, tratan
de conciliar la etimología con el precepto de escribir como se habla. Esos dos
fenómenos son la alfabetización universal y la globalización. Las lenguas están
ahora menos solas que nunca. Es posible que la forma yas esté documentada; más
raro sería que el documento fuese un disco de jazz o el cartel de un
festival. Además, la globalización lingüística -potenciada por los medios de
comunicación- tiene un matiz psicológico que derriba fronteras.
Según José Antonio Pascual, coordinador del Diccionario
histórico, "los hablantes se resisten porque, cuando apareció, el whisky era una
bebida muy moderna en comparación con el coñac. Beber güisqui suena más rancio,
como si fumaras Güinston. Te separas demasiado de
las otras lenguas. Además, ningún fabricante quiere usar güisqui en sus
etiquetas. Su licor parecería peor, una imitación. Bastaría leerlo para decir:
uy, este es el español".
Ese resorte de postín es el que prefiere croissant a cruasán, pero también
el que importó un término como restaurante, que ingresó en el
diccionario académico en 1803 en el sentido de "el que restaura" y
solo en 1925 incorporó, en su segunda acepción, el concepto de
"establecimiento donde se sirven comidas". "Era una palabra que
estrictamente no hacía falta", explica Pascual. "Estaban las casas de
comida y los mesones, pero sonaba más fino, como ahora brasserie, un lugar que en Francia no es ni mejor ni
peor que un restaurante".
Además, la forma española de algunas palabras de origen extranjero varía
según las generaciones. Así, en los años noventa del siglo pasado Disney
propuso a los nietos del mundo hispanohablante que llamaran Aladín al mismo
personaje que sus abuelos llamaban Aladino. A la vez, las retransmisiones de la
NBA pusieron poco a poco en circulación el original basket para algo que desde 1947 se llama baloncesto. Y algo
parecido sucede con el baile de Mao Tse-tung a Mao Zedong y de Pekín a Beijing.
"Ninguna de esas formas es de origen español", dice José Antonio
Pascual. "Una es la transliteración a través del francés y la otra, a
través del inglés. Ahora los chinos prefieren el inglés".
A todo ello hay que añadir el capítulo de batallas perdidas. Una de ellas
empezó a librarse en 1984 cuando el diccionario de la RAE incluyó mercadotecnia como traducción del rutilante marketing. "Esa batalla estaba perdida de
antemano", reconoce Gutiérrez Ordóñez. "Hay palabras que no cuesta
nada admitir. Marketing se usa en todo el mundo,
hasta en japonés creo. Era un concepto nuevo y la palabra no existía en
español". Tal vez la adaptación ortográfica del préstamo hubiera tenido
más suerte que la creación de un término nuevo. Ya se dio entre fútbol y el
calco balompié. Por dejar a márquetin en el banquillo, el marketing barrió a la mercadotecnia.
Tanto el nuevo director de la
RAE como el coordinador de la Ortografía han formado parte de la comisión académica de lenguaje
científico y técnico, que se reúne en la sala Lázaro Carreter. Allí cuenta José
Manuel Blecua que un término como pendrive ha sido objeto de un
largo informe pero que todavía está en cuarentena: "El uso es el que
estabiliza una denominación. Por mucho que la Academia se intente adelantar y
llamarlo, por ejemplo, lapicero o memoria USB, si la gente lo llama pendrive... Lo que puede hacer la RAE es, por un lado,
ver por dónde van a ir los tiros y orientar hacia una de la soluciones; por
otro, reconocer que los tecnicismos los hacen los técnicos". Es lo que ha
hecho al recomendar libro electrónico frente a ebook.
La Academia Española es, como su nombre indica, Real. Es decir, reina pero
no gobierna, propone pero no impone. Aunque los libros de texto suelen seguir
sus indicaciones -hace años, por ejemplo, que no acentúan solo-, atrás quedaron
los tiempos en que su poder era ejecutivo. Como se recordó en la presentación
de la Ortografía que propone Catar y mánayer, un grupo de maestros
madrileños se constituyó en 1843 en Academia Literaria y Científica y acordó
una reforma radical de la ortografía que se empezó a enseñar en las escuelas.
Al año siguiente, para atajar la segregación, Isabel II declaró oficial el Prontuario de la RAE. Hoy una ortografía por decreto
sería imposible. Pirsin o piercing, usted elige.
- Escribir como se habla.
En 1492, el mismo año en que Cristóbal Colón llegó al Caribe para traer a
Europa el primer americanismo -canoa-, Antonio de Nebrija publicó suGramática
castellana, la primera de una lengua romance, es decir, derivada del latín.
En sus Reglas de orthographía, Nebrija formuló el
principio que, más de 500 años después, todavía sirve de columna vertebral al
sistema ortográfico español: "Assi tenemos de escribir como pronunciamos i
pronunciar como escribimos".
- De beefsteak a bistec.
Junto a la etimología de una palabra y a su uso diario, el principio
fonético -escribir como se habla- es la ley de oro que ha hecho del español una
lengua de ortografía relativamente simple en comparación con sus vecinas: en
francés, por ejemplo, una palabra puede llevar hasta tres acentos gráficos.
Además, la cercanía entre pronunciación y escritura es la base para la
adaptación de cualquier extranjerismo, un proceso que la nueva Ortografíade la RAE detalla en torno a tres posibilidades: 1) Asimilar los fonemas
del vocablo original inexistentes en español a los más próximos de nuestro
sistema (del francés flèche >flecha; del inglés shoot >chute). 2) Modificar o simplificar grupos de letras y pronunciaciones
ajenas a nuestro idioma, o estructuras silábicas de difícil articulación, para
sustituirlas por las que resultan más naturales en español (del nahua tzictli >chicle; del inglésbeefsteak >bistec). 3) Pronunciar las letras presentes en la lengua original con
el valor fonológico que tienen en español (del italiano ciarlare >charlar; del francés bidet >bidé).
- De judo a yudo.
Siguiendo esos
criterios, la nueva Ortografía propone adaptaciones como yudo, sexi, mánayer, cáterin y pirsin en lugar de judo, sexy, manager, catering y piercing. Estas formas pueden, naturalmente, seguir usándose, pero deberán
escribirse en cursiva. El tiempo y los hablantes dirán si prefieren el criterio
de la Real Academia Española o el de la Real Federación Española de Judo.
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